Durante muchos años, viví totalmente desconectada de mi verdadera esencia, y soy completamente consciente que la única responsable fui yo misma. Adopté un rol emocional de la mujer perfecta olvidándome por completo de mi misma, de mi niña interior. Viviendo una vida en silencio al sufrimiento que más adelante mi cuerpo somatizó.
Adopté roles emocionales de complaciente y sumisa, recuerdo que todo me pesaba. Sentía apatía y tristeza. Tenía mucho miedo, miedo a expresar lo que sentía y a posicionarme por temor al abandono y al rechazo. Tenía demasiado apego al padre de mis hijos, fui muy cobarde. Finalmente llegó la ruptura y la caída para mí fue brutal.
Agradezco cada día el soporte que tuve por parte de mi familia, amigos y sobretodo a mis dos hijos que fueron los que me daban fuerzas para seguir adelante.
Paso a paso fui recomponiéndome. Fui consciente de que sola no podía salir de esta situación y pedí ayuda a profesionales. Aquí fui valiente, muy valiente, y mi vida empezó a caminar. Fueron dos años muy duros, aunque necesarios para responderme a preguntas existenciales como ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Con quién voy?